Buster Keaton, el cara de palo

Dentro de la colección sabelotod@s, editada por El Rompecabezas, podemos disfrutar de numerosas biografías que abarcan a los más variopintos personajes, desde Darwin el viajero hasta Machado el caminante, pasando por Mendel el señor de los guisantes, Clara Campoamor la sufragista y un largo etcétera -casi todos están en la biblioteca-. Pues bien, el número 41 está dedicado a Buster Keaton el cara de palo, ese cómico del blanco y negro, de mirada triste, vestido con un traje oscuro dos tallas mayor a la necesaria y con su inseparable sombrero plano -porkpie-. El libro está escrito por Florenci Salesas, con sencillez y con mucho sentido del humor. Letra grande, ritmo fluido, vocabulario accesible, ilustraciones y algunas actividades finales. Todos los libros de la colección están pensados para niñ@s ente 9 y 12 años. Ideal para los primeros cursos de secundaria o para aquellos estudiantes con bajo hábito lector. La biografía de Buster Keaton puede atraerles porque está plagada de historias rocambolescas, de anécdotas divertidas y de aventuras hilarantes. Nació en 1895, sus padres eran actores de vodevil y con ellos recorrió gran parte del territorio americano, participando en muchos de sus números desde que tenía tres años. Pero el descubrimiento del cine fue para él un auténtico flechazo, hasta tal punto que ya no lo abandonaría jamás, convirtiéndose en un actor y director sin igual. Dirigió y protagonizó películas inolvidables como El maquinista de la General o El héroe del río. En ellas hacía todas las escenas, incluidas las más peligrosas (¡aprendió a conducir una locomotora!), y no paraba de inventar gags. En la Biblioteca podéis disfrutar también de algunas de sus películas. Si pincháis en la página web del instituto, después en biblioteca y finalmente en películas, encontraréis un listado con los devedés catalogados hasta el momento (gracias Juan ).

Por último, quiero destacar tres cosas de su obra y personalidad: trató a los espectadores como personas inteligentes (no soportaba las historias ñoñas y facilonas), consideró al cine como un trabajo en equipo (en sus entrevistas nunca comenzaba con «yo hice…», sino con «nosotros hicimos…») y le importaba un pimiento el lujo o salir en las revistas del corazón.

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